Bélgica: mucho más que una excursión de dos días

Un país que no volverá a pasar desapercibido para los mochileros viajeros.


Existen ciertos lugares que uno cree conocer con un simple paseo, pero que ni tras un año descubriéndolos dejan de sorprender. Bélgica es uno de esos paraísos escondidos que se suelen subestimar.

Sí, todo el mundo desea viajar a Brujas, Gante o Bruselas. Hacerse la foto frente a las casitas de la Grote Markt en la primera o el Atomium en la última. Tomarse una cerveza en Delirium Tremens y ver, detrás de una gran tanda de turistas, al Manneken Pis. Aquello que todas las guías de viajes destacan y con lo que algunos se conforman en una rápida visita. Total, qué va a ofrecer un país tan pequeño.

Los belgas son un pueblo de chiste para algunos, el Lepe de Francia. Los productores de la mejor cerveza del mundo, aunque se lleven la fama los alemanes. Son tan raros, que ni se entienden entre ellos. Una sociedad que pasa desapercibida, pero que cautiva al que tiene la fortuna de juntarse a ellos.

Será pequeño, pero aquello que lleva a cabo se exporta a todos los rincones del planeta. Como ejemplo, son los creadores de las patatas fritas, los gofres o algunos de los mejores chocolates del mundo (véase Leónidas, Godiva o Galler).

En Bélgica, el arte tiene un espacio único y es muy admirado. Así, los cómics son toda una ciencia que se estudia en la universidad y de la que salen obras maestras como Tintín o los Pitufos.

Los belgas son más bien personas tranquilas, muy europeas en este sentido. No llaman la atención en un primer momento, pero se vuelven locos tras unas cuantas cervezas. Y no es para menos, ya que no hay persona que pueda resistirse a una cerveza belga. Sus más de mil quinientos tipos compuestos por los ingredientes y sabores más estrafalarios confirman esta teoría. Hay de todo y para todos. Y cada una en su propio vaso, que aquí esta bebida es una cuestión mayor.

Un lugar complejo desde el principio, ya que Bélgica podría dividirse en tres países diferentes. A pesar de su reducido tamaño, las diferencias culturales de sus habitantes son inmensas. Por un lado se encuentra Flandes, donde vive más de la mitad de la población y se habla flamenco, un dialecto del holandés.

Flandes

Brujas

En esta región se encuentra Brujas, esa ciudad con aire de pueblito sacado directamente de un cuento en el que perderse. Nada más llegar, ofrece una vista privilegiada de sus casitas y transporta a su visitante a épocas pasadas. En un corto paseo se descubre por qué tiene fama de ser la “Venecia” de Bélgica. Se mueva hacia donde se mueva, el turista estará acompañado por agua. Esto produce una sensación de que es mucho más pintoresca y bonita.

La parte más turística de Brujas es su centro, en el que las distancias allí son cortas y todo está concentrado. Para conocerlo, lo más recomendable es no tener un plan establecido y dejar que sean los pies los que decidan el paso que quieren dar. Eso llevará, sin duda, a admirar las ya mencionadas casitas de colores de la plaza Grote Markt. Junto a ella se sitúa la segunda plaza más importante y conocida, Burg, donde se encuentra el ayuntamiento. En ese vistazo, no debe faltar una visita a la cervecería Halve Maan, que lleva más de ciento cincuenta años en activo.

Si bien es cierto que todo en Bélgica está “a la vuelta de la esquina”, disfrutar de ella puede dar para viajes de todas las dimensiones. Un lugar que puede satisfacer la retina con medio día por ciudad, o no ser suficiente tras un año vagando por esos lares.

Gante

De esta forma, la siguiente parada obligatoria en Flandes es Gante. Mucho más urbanita y con un aire menos turístico que su vecina, Gante es la ciudad ideal para vivir en Bélgica. Mezcla las oportunidades de la vida moderna, industrial y la belleza de una antigua urbe de relevancia.

Para llegar al centro hará falta caminar durante una media hora desde la estación de trenes. En este paseo, y más si se viene de Brujas, Gante no aparentará ser gran cosa. Parecerá una ciudad europea más. Sin embargo, el recibimiento por parte de las tres imponentes y características torres hará que su visitante cambie de idea. Ese es el efecto que suele conllevar una visita a la Catedral de San Bavón, la Iglesia de San Nicolás o el Campanario.

Gante es un lugar para dejarse llevar por su buen ambiente, aprovechar una tarde soleada junto al río Leie o cruzarlo en uno de los múltiples barcos que tienen allí su hogar. Además, es muy recomendable adentrarse en el Castillo de Gravensteen, donde nació Carlos V. Un lugar en el que trasladarse al medievo mediante la visita a la colección de armas y donde descubrir una de las mejores vistas de la ciudad.

En esta parada, también conviene darle un capricho al paladar y probar uno de los dulces belgas menos conocidos internacionalmente: el “neuzeke” o cuberdón. Un elaborado de almíbar y goma arábiga en forma de cono, especialmente popular en Gante.

Si Brujas es un lugar de cuento, Gante es donde uno podría asentarse toda la vida sin dejar de tener ganas de más. Porque Bélgica da para mucho más que una excursión de dos días y da igual cuántas veces se visite, cada vez se descubrirá algo nuevo.

Amberes

Si bien es comprensible que ningún viajero quiera perderse estas dos maravillas, Flandes esconde mucho más. La cuna del gran pintor Rubens, Amberes, es un claro ejemplo de ello. Desde que uno pone los pies en ella, deja sin palabras. Su estación de trenes es una de las más bonitas y destacadas de toda Europa.

La segunda ciudad más poblada de Bélgica tiene una fama exquisita, ya que es la encargada de aproximadamente el 85% de la producción de diamantes en bruto. Cuenta también con su propio barrio chino y un campeonato de tenis de primera categoría, el European Open. Si se visita durante esos días de octubre, uno puede cruzarse sin querer con los entrenamientos de grandes tenistas del panorama internacional en plena calle.

Por supuesto, Amberes también es muy conocida por los amantes de la música electrónica. Muy cerca de allí, en la localidad de Boom, se celebra el famoso festival Tomorrowland. En él han actuado artistas de la talla de David Guetta, Armin van Buuren o Martin Garrix. Conseguir billetes para entrar es una misión casi imposible para el resto, pero los belgas tienen aquí una ventaja. Al ser nacionales, tienen la posibilidad de comprar sus entradas de forma separada a los extranjeros.

Ostende

La costa belga. Una ciudad portuaria muy interesante para visitar en verano y aprovechar la oportunidad para bañarse en el mar del Norte. Que no engañe el nombre, ya que Ostende se encuentra en uno de sus puntos más al sur y sus aguas no están mucho más frías que aquellas del Cantábrico.

Sus playas largas y a los pies de hileras de edificios recuerdan al Mediterráneo. Además, es el punto más cercano al mar para todos los belgas, por lo que suele saturarse en verano. Sin embargo, la visita no deja de ser reconfortante y agradable a su paso por los muelles repletos de barcos antiguos y modernos.

Desde luego, Flandes mezcla arte, pasado y buena vida. Muy interesante para perderse y parar en cada ciudad o pueblo que se cruce por el camino. Tampoco se debería pasar por alto lugares como Lovaina, Ypres o Cortrique.

Valonia

La segunda región más poblada de Bélgica es Valonia, donde domina el francés. Aunque en un área pequeña de la provincia de Lieja, más concretamente en Eupen, junto a la frontera alemana, también se habla la lengua germánica. Es curioso, ya que el alemán conforma el tercer idioma oficial de Bélgica, pero sólo lo habla un 1% de la población.

Sin embargo, una lengua no destaca por encima de las demás. Depende de la zona en la que uno se halle, se hablará un idioma u otro. No existe la obligación de conocer la lengua de las otras regiones, por lo que existen grandes conflictos entre las “dos Bélgicas”, Flandes y Valonia.

De un primer vistazo, Valonia podría parecer una región francesa más. Las diferencias con su país vecino son apenas apreciables a simple vista e incluso comparten costumbres con el norte francés.

Lieja

Para conocer Valonia, lo mejor es seguir el río Mosa. Esto llevará a Lieja, una ciudad universitaria que puede no sorprender al turista que busca grandes fotografías para Instagram, pero que se convierte en casa para aquel que se deja llevar por su melodía. Una ciudad viva, en la que el día y la noche se funden en sus fiestas. Los estudiantes allí tienen un paraíso en el que se encontrarán festivales al aire libre, celebraciones multitudinarias y todo tipo de eventos especiales. Además, allí se encuentra Le Carré, la zona de fiesta más conocida de toda Bélgica.

Una ciudad muy marcada por su río. A su alrededor se encuentran algunos de los lugares más imprescindibles de Lieja: la universidad, el acuario, el parque de la Boverie, sus puentes y el famoso mercado de La Batte de los domingos, el más grande y antiguo de Bélgica. Tampoco puede faltar una visita a la Montagne de Bueren, 374 escalones que llevan a una de las vistas más privilegiadas de la localidad.

Lieja, además, presume de ser la cuna de los gofres más famosos del mundo. Para disfrutar de ellos a un buen precio, lo mejor es acercarse a la plaza de la Catedral y degustar uno en Pollux. Uno no puede terminar su paseo sin probarlos y sin acercarse a la ópera y la plaza Saint – Lambert.

Namur

La capital valona también está bañada por el río Mosa. En ella conviene no perderse la Citadelle, sus iglesias y museos. Una parada perfecta para descubrir más sobre Bélgica y su cultura.

Dinant

Un pueblo de gran relevancia durante la Primera Guerra Mundial. Bélgica fue utilizada como campo de batalla entre los alemanes y los franceses. Aquí se produjo la conocida Masacre de Dinant. A día de hoy, la Citadelle sirve como museo sobre este conflicto y es un lugar de gran interés para conocer más sobre lo que allí sucedió.

Además, Dinant es uno de los pueblos más bonitos de Bélgica que no debe pasar desapercibido. Desde lo alto de la Citadelle se puede observar en su totalidad, con unas vistas que son un regalo para la retina. Al igual que desde el otro lado del río Mosa en dirección a la Collégiale de Notre Dame, la fotografía más conocida de la localidad.

Bruselas

La tercera región belga es el área de Bruselas. Esta zona es bilingüe y es la más importante de toda Bélgica. Es allí donde se concentra todo lo que tiene que ver con la Unión Europea y donde convive una mezcla intercultural de personas venidas de todo el mundo.

Bruselas es un punto de encuentro, donde todo tiene lugar. Es una capital de relevancia que no está saturada y que permite pasear libremente. Pasear y llegar hasta lugares como la maravillosa Grand-Place, única y espectacular. No importa las veces que se visite, deja sin palabras a todo aquel que se adentra en ella. Muy cerca, se encuentra el edificio de la Bolsa, uno de los más conocidos y bonitos de la ciudad. Como curiosidad, también es el meadero de Bruselas, ya que allí está permitido orinar sin ser sancionado.

En Bruselas uno descubre el cariño que sus gentes le tienen a los cómics. Este arte está distribuido por toda la ciudad, en la que se descubren por casualidad viñetas por las esquinas.

No será difícil encontrar al Manneken Pis, aunque se verá mejor en una de las tantas representaciones que se encuentran por el camino en las tiendas de gofres para turistas. Para turistas porque sus precios son muy elevados y su calidad no tanto. Tras esto, conviene perderse por el centro en busca de los compañeros de ese niño meón, Jeanneken Pis y Zinneke Pis. Se trata de las figuras de un niño, una niña y un perro orinando. En Bruselas parecen tener una predilección por esta necesidad vital.

Sin embargo, Bruselas tiene tanto que ofrecer. Como centro de relevancia de la Unión Europea, allí puede visitarse de forma gratuita entre semana el Parlamento Europeo. Conviene dedicarle tiempo a esta ciudad para disfrutarla y descubrirla sin prisas. Así uno llegará a barrios de lo más pintorescos uno al lado del otro, parques donde perderse como el Parque de Bruselas junto al que descubrir el Palacio Real o imágenes para no olvidar como aquella que se obtiene en el Mont des Arts.

Cómo moverse por Bélgica

Por sus dimensiones, Bélgica puede cruzarse de una punta a la hora en tan sólo dos horas de tren sin necesidad de cambiar de transporte. Como curiosidad idiomática, la información que se recibe por megafonía cambia de idioma según la región en la que se encuentre el tren. Si uno se monta, por ejemplo, en Eupen, escuchará alemán al comienzo, seguido de francés al entrar en el área francesa, bilingüe en francés y flamenco a su paso por Bruselas y terminará sólo en flamenco una vez llegado a Flandes.

El tren es la mejor opción en Bélgica, ya que cubre gran parte del país y es muy económico. Conviene comprar un Go Pass en las mismas máquinas de billetes. Este pase sirve para diez viajes y puede compartirse con cuantas personas se desee. Su precio para los menores de 26 años es de 53 euros, lo que saldría a 5,3€ por trayecto. Se puede utilizar en todo el país y se debe rellenar a mano con la fecha, el punto de partida y destino. Los mayores de 26 años también cuentan con un bono de descuento, el Rail Pass. Es exactamente igual que aquel para jóvenes, pero cuesta 83 euros, lo que es igual a 8,3€ por trayecto.

Bélgica es un paraíso para el que siempre falta tiempo. Descubrirlo es una maravilla que siempre deja con ganas de más y con más planes por llevar a cabo como mochileros. Un país muy bien comunicado y sencillo en su complejidad. Un lugar que nunca más pasará desapercibido.