En Kuala Lumpur recibí alguna mirada machista por llevar shorts, pero
no pasarán de ahí. En Filipinas la gente es tan noble y amigable que en
cualquier momento y estés donde estés, tendrás una mano amiga.


-Si vas a alquilar moto y eres chica, muéstrate siempre segura ante
ellos. Algunos, (solo me pasó en Port Barton) piensan que las mujeres
no podemos “pilotar” igual o mejor que los hombres… 😉
Y bueno, para plasmar la cantidad de aventuras y cosas mágicas que
me pasaron, necesitaría toda la sección para mi 😀 pero si tuviera que
quedarme con una sola anécdota, creo que sería esta:
Conducía por una carretera en Síquijor dirección Cambugahay, cuando
de repente un chico haciendo aspavientos me hizo frenar en seco.

Hostia, ¡la policía! _ pensé. El filipino, que solo hacía autostop, se
montó en mi moto y cuando logré acallar todos los juicios y etiquetas de
mi mente europea recién llegada a la selva, comenzó la magia.

Tras varios días de mágicos momentos y recuerdos imborrables en la
isla de las brujas, nos fuimos a otra isla en el centro del país. Pero como
el tiempo en Filipinas es más impredecible que las olas del covid, nos
vimos sorprendidos por un cambio de ruta que me llevó a acabar en
casa de sus abuelos y tíos en la isla de Negros. Aquello fue…
Imagínate la escena…Toda la familia expectante, atenta a mí durante la
comida. Era sin duda la atracción de la noche.

Entre risas y un aluvión de preguntas, degustábamos un delicioso
pancit, cuando una pregunta de la abuela, dejó mudos a todos…
¿Cómo quieres dormir? _Esto es una pregunta trampa, me dije.
Con él, con otra persona… me adapto sin problemas, señora. _le
respondí, preguntándome qué había detrás de esa penetrante mirada.

_Antes del matrimonio no podéis dormir juntos. _me dijo. Mientras me
miraba apuntándome con su dedo acusador.
Matri, ¿WHAAAT?
¿Sabes el ‘gri-gri’ este de los momentos tensos de las series? pues
seguía sonando mientras yo, con mi cara de póker esperaba la
sentencia firme de la abuela.

Acabé durmiendo con la prima y su hija, mientras veían la telenovela en
la habitación. El chico en el suelo, a los pies de mi cama, como manda
la tradición…
Yo le miraba… ¡pobre chico! Le veía ahí, como una cría de gorrión
enroscada en el nido… 😀

De verdad, no hay dinero en el mundo que pueda pagar estas
experiencias.
Y, ¿sabes? Son estos los recuerdos de los que `tiraba´ encerrada en
plena pandemia, recordándome lo bonita que es la vida cuando te
atreves a vivirla.