Rapa Nui en el centro del Mundo (Chile)

Llevaba una vida algo indecisa y rutinaria, sin embargo, la chispa de lanzarme a viajar sola siempre estuvo presente. No dudé en hacerlo, y el destino elegido estaba en mi país natal; Chile. No obstante, la cultura y el cosmos que allí se vivía, difería bastante de lo que conocía en mi propio país; es así, como inicié los preparativos a Rapa Nui.


Sin conocer mucho sobre los preparativos, algo así como qué llevar, cuál sería el presupuesto; hice todo lo que en ese momento podía hacer mejor… a fin de cuentas, es un proceso, y como tal, cada uno aprende de ello. En fin, llegada la fecha, sostuve dos maletas (una con ropa, y la segunda con mucha comida… en la Isla, es algo caro, y puedes llevar dos piezas de 23 kilos en la bodega) y partí rumbo al aeropuerto en Santiago (capital de Chile). No niego que en algunos momentos dudé de la factibilidad que todo sucediera tal como lo había organizado; ahora ya puedo decir, que no podemos controlar todos los aspectos; eso es lo lindo de viajar; el aprendizaje. He aprendido a ser flexible…

RAPA NUI

Una vez en la fila para embarcar, me percaté de la diversidad cultural que pretendía conocer tan mágica isla; el Ombligo del Mundo. Ya volando, esperaba con ansías llegar y experimentar por mí misma a las personas, sus percepciones, sus historias, sus formas de vida, los mitos fundacionales del lugar (que por mi profesión; Historia y Geografía, siempre se han tornado como importantísimo de cada espacio) … y por, sobre todo, los paisajes. ¿sería tan mágico como me lo contaban? Viajé con muchas expectativas, y las sobrepasé de gran manera.

Una sensación de calor-emoción me inundó cuando sentí ese clima subtropical a las once de la noche, con el viento húmedo cálido que adornaba el momento en el que el señor del camping colocaba un hermoso collar de flores rapas en mi cuello, señal maravillosa de bienvenida que, sin lugar a dudas, sería la antesala de los días venideros.

ISLA RAPA NUI

Tras hermoso recibimiento, supe que la elección fue la correcta para el momento. Esa misma noche, me invitaron a un pub, en donde conocí a otros jóvenes viajeros y viajeras. La buena onda y energía se transmitía… se sentía todo el tiempo.

Ya en los preparativos, mi intención era recorrer Rapa Nui en bicicleta…y eso fue lo que hice al otro día de mi llegada, la cual fue una de las mejores rutas y experiencias.

Partí desde Hanga Roa muy temprano, aunque con el sol sobre mi cabeza, por tanto, había que llevar bastante agua y comida (cosa que olvidé colocar 🙁 jejeje, pues al llegar al camping, estaba sobre mi cama). Sería aproximadamente 50 km a recorrer. El primer tramo abarcaba alrededor de 20 km hasta llegar a la hermosa playa de aguas cristalinas Anakena; lugar donde el primer rey desembarcó con sus hombres, fundándose el primer poblado en sus proximidades. Mi regalo: un chapuzón en esas refrescantes aguas.

Debo rescatar, que, en un trecho de la carretera, se me dificultó enormemente el avanzar en la bicicleta; posteriormente supe por un nativo de Isla, que se debía a que en ese sector existía un campo magnético; lo comprobó al apagar el motor de su furgoneta, y pudo andar cerca de 200 o 300 metros solo dirigiéndola con el manubrio. Fenómeno que llamó mucho mi atención, y que generalmente no lees en cualquier parte. Experiencias que solo las adquieres con vivir.

Luego de mi necesitado chapuzón, aproveché de recorrer el sector, de tomar fotografías. Mi meta para ese día, era llegar al Tahai para sentarme a observar tan maravilloso atardecer tras los moais. Esto era a las 18:30 horas. Fue entonces cuando retomé el regreso, por otra ruta, que bordeaba la costa suroeste de la Isla, es así como pasé por las faldas del volcán Poike, para continuar con la ruta, maravillándome con la disposición de 15 moáis perfectamente emplazados en la costa; un centro ceremonial Ahu Tongariki.

Es así, como me desvié de la ruta para conocer la cantera en donde los antiguos rapas extraían el material rocoso para fabricar estas imponentes esculturas, en el volcán Rano Raraku. Un lugar hermoso, plagado de historia, desde lo alto, al tener una vista panorámica, no podías menos que conmoverte y relacionar todos aquellos históricos que conocía hasta el momento y que había previamente investigado para ese viaje.

El retorno se me hizo pesado, ya que no había comido nada; y como viajera, hay que ahorrar en aquellas cosas en las que sí puedes ahorrar…una de esas era la comida. Reitero, es muy cara en la Isla. Creo que mi cara lo hacía notar, porque en ocasiones, unos nativos me gritaban para ofrecerme agua jaja, Pero debía llegar a la hora para el atardecer, fueron alrededor de 30 km que se premiaron con una de las mejores empanadas de Atún que he probado…una exquisitez para ese momento. Y lo hice nada menos que contemplando el atardecer más hermoso.

Los días posteriores, conocí hermosas personas, que hasta el día de hoy somos amigas, recorrí en bicicleta (mi medio favorito) todo lo que pude, e hice tremendos trekking por los interiores de la Isla, por sus cavernas…entre esos trekking conversaba con nativos que me contaban las leyendas del lugar, de los dioses a quienes antiguamente se rendía culto, sus percepciones acerca del Estado chileno y del turista…Esta es una de las tantas experiencias que viví en esa Isla, donde claramente, volvería a visitar como mochilera.