Mi Ruta por Australia

LA MONTAÑA

Había despertado ese día en Port Douglas, al noreste de la isla. Y pretendía cruzar el cuerno de Australia en dirección a Karumba, con la intención de buscar trabajo en un barco pesquero de gambas.  


       

Australia es uno de los países donde es más fácil y seguro hacer autostop, ya que apenas hay criminalidad y las carreteras son largas, por lo que algo de compañía viene bien. Además da pena dejar a alguien tirado en medio de la nada.

La manera de llegar estaba clara, pero había dos rutas. La primera con carreteras nuevas y movimiento de coches, pasando por varias ciudades. Y la segunda por zonas rurales muy perdidas, muy desaconsejable. Lógicamente escogí la segunda opción.

Me llevó unas cuantas horas y varios coches llegar a un pequeño pueblo llamado Chillagoe. La mayoría de los pueblos por esas zonas crecen alrededor de la carretera que los atraviesa. Las casas, tiendas y demás están muy separadas porque no hay problemas de espacio. Es muy amplio todo el terreno alrededor.

Allí paré para comer algo y conseguir agua, y me puse a hablar con una señora, contándole mis planes. Me miró muy sorprendida y me advirtió que el siguiente pueblo estaba a 560km. Y que no había nada en medio, ni pueblos, ni casas, ni gasolineras. Sólo naturaleza.

Pero yo no lo vi como algo malo, pensé que si alguien me recogía allí, seguramente atravesásemos juntos toda esa zona. Así que me puse a andar para ponerme en dirección. Hasta que me alejé un poco.

Y entonces esperé a ver quién me podría llevar. Y esperé. Pasaron las horas y no veía a nadie en esa dirección. Pronto me di cuenta de que esa iba a ser una de esas noches en las que dormiría al aire libre. Así que decidí buscar un sitio seguro donde pasar la noche. Anduve un rato y vi una pequeña montaña que me recordó a una escena de El Señor de los Anillos. Estaba en una llanura pero era un cúmulo de rocas, donde había muchos árboles que salían de entre las grietas. Como tenía algo de tiempo antes del atardecer me hizo ilusión subir hasta arriba y ver las vistas.

Así que me acerqué y empecé a abrirme paso entre las rocas y los árboles. Me iba adentrando buscando cuál era el mejor camino para subir arriba. Pero de repente, oí un ruido. Me asusté y busqué el origen, pero no había nada. Seguí andando y escuché un ruido parecido proveniente de otra zona. Y me di cuenta de que no estaba solo. Conforme iba caminando seguía escuchando, hasta que alcancé a ver la cola de algún animal desaparecer rápidamente entre las rocas. Era como en las películas. Pero no tenía miedo, me parecía bonito y curioso. Así que seguí subiendo hacia la cima.

La vista era preciosa mochileros. Llanuras de las que se extienden hasta el horizonte. Esa zona no es desértica, está cerca del trópico por lo que hay mucha vegetación. El pueblo estaba al lado y veía algo de movimiento en la gente.

Se hacía tarde así que di un par de vueltas buscando donde poner mi hamaca para dormir. Y encontré un lugar maravilloso, escondido, con la separación perfecta entre los árboles y una estructura de rocas a modo de chimenea elevada, desde la que podía poner madera estando tumbado en la hamaca.

Dejé mis cosas allí y me puse a buscar leña para el fuego. Esa actividad me parece muy entretenida porque tienes que ir buscando madera fina y poco densa para empezar el fuego, y troncos que puedan aguantar por la noche para que no tengas que estar despertándote cada rato para avivarlo.

Por suerte ese día llevaba en la mochila un taper lleno de espaguetis que me había cocinado el día anterior, y agua de sobra. Aunque suele bajar mucho la temperatura por las noches, se duerme muy a gusto si tienes el calor de una hoguera cerca. Así que cené y me puse a balancearme en la hamaca. Decidí gastar un poco de batería del móvil en escuchar música mientras miraba el cielo lleno de estrellas y la vía láctea por detrás de las ramas que tenía justo encima.

Recuerdo pensar entonces que no tenía hambre ni sed, que la temperatura era ideal, el cielo precioso, y la hamaca una nube sobre la que flotaba. No me faltaba nada en la vida. Estaba muerto de cansancio y me dormí feliz.

VÍSITA DE CANGUROS

Descansé, y al despertar vi que estaba amaneciendo. Así que encendí el móvil para grabar la escena. Y justo mientras grababa, escuché los mismos ruidos del día anterior. Me fijé y encontré dos canguritos que me miraban fijamente. Se movían, se miraban entre ellos, me volvían a mirar, se acercaban unos saltos. Me miraban con cara de “¿qué está haciendo esa cosa aquí?”.

Yo no me lo podía creer, empezaron a acercarse. De repente me di cuenta de que no eran solo dos, podía ver al menos a cuatro. Y luego escuché ruidos por detrás, me giré y había dos más. Estaba rodeado por un montón de animales que se llaman wallabíes. Básicamente como los canguros pero más pequeños y monos. Estaba flipando, no dejaba de pensar que habían venido a investigarme. Me arrepentí de no haber tenido comida de sobra para ofrecerles, porque cada vez que hacía un movimiento se asustaban y retrocedían.

Y así estuvimos, haciéndonos ojitos, hasta que fue hora de recoger mis cosas y seguir con la ruta. El día había amanecido despejado y soleado, y mientras me alejaba quise mirar atrás para fijarme bien en la montaña porque sabía que esa noche sería uno de los recuerdos más bonitos de mi vida. Tuve que hacer una foto porque la vista era preciosa.

IG: @firaspantera