“Yo fui a la Antártida” por Sonia Martínez

La Antártida es uno de los lugares más remotos y prístinos del planeta. Es un continente que no tiene poblaciones nativas ni pertenece a ningún país. Su extensión equivale a dos veces el tamaño de EEUU y su superficie virgen es la más vasta del mundo. Tan solo un 1% de la población visita esta región. ¡Imposible no sentirme una afortunada! ¡Yo fui a la Antártida!


ITINERARIO ANTÁRTIDA

ANTÁRTIDA

Viajé desde Barcelona hasta Buenos Aires, para continuar con un vuelo interno hasta Tierra del Fuego, en el sur de Argentina. El buque expedición Ushuaia partió de la ciudad del “Fin del mundo”, cruzó el temido paso Drake (donde concluyen las aguas de los océanos Atlántico y Pacífico) y entró en contacto con el continente antártico por las Islas Shetland del Sur. Surcamos aguas antárticas hasta los 60º sur. En este mapa podéis ver los puntos de desembarque:

DESEMBARQUES

Mediante zodiacs desembarcábamos en islas, islotes o en el propio continente antártico. Antes de abandonar el buque y a la vuelta, debíamos mojar las suelas de las botas de agua en un líquido desinfectante para evitar la introducción de microorganismos ajenos al continente y para no convivir en el buque con excremento de pingüino. El líder de la expedición y sus ayudantes, todos ellos biólogos experimentados, bajaban con anterioridad para supervisar la zona del desembarque y acotar los lugares por donde nos podíamos mover. La prioridad era preservar las colonias de pingüinos y de cormoranes, así como los espacios ocupados por focas o vegetación. Esta es escasa en la Antártida (líquenes y musgos) y es muy importante conservarla. Una vez reconocida y señalizada la zona, llegábamos nosotros para disfrutar del lugar y de sus habitantes. El tiempo del desembarque rondaba las 2 o 3 horas dependiendo de la extensión a recorrer. ¡Qué espectáculo! Los paisajes son impresionantes y muy variados. Yo pensaba que básicamente vería hielo, pero no es así. La Península Antártica ofrece vistas de montañas más y menos elevadas, icebergs, glaciares, acantilados, playas pedregosas, islotes…

Creo que lo más me impactó fue el grosor de la nieve; ¡impresionante!

FAUNA

Principalmente, pudimos tener un contacto muy cercano con los pingüinos papúa y barbijo. Las focas de Weddell siempre aparecían dormitando, así como los págalos o escúas atentos a las crías de los pingüinos o a sus huevos, o los cormoranes antárticos compartiendo colonia con los pingüinos papúa.

Además de estos animales que aparecían con frecuencia, tuvimos la suerte de ver ballenas jorobadas durante la navegación y de cruzarnos en los desembarques con unas focas cangrejeras, palomas antárticas, gaviotas cocineras y con la temida foca leopardo. 

LA VIDA EN UN BARCO

Mi expedición antártica fue de 10 días, desde que salí de Ushuaia hasta que regresé. Dado que en la Antártida no existe ninguna infraestructura para el turismo, tan solo se encuentran bases científicas de diferentes países, el buque fue mi casa. Este cuenta con un salón para las charlas y para pasar el rato contemplando el paisaje, un comedor con los asientos y las mesas sujetas al suelo para cuando el oleaje es intenso, un bar, una biblioteca, los camarotes y el puente de mando.

La peculiaridad de esta travesía era el Paso Drake, uno de los pasos marítimos más peligrosos del mundo. Se tarda entre un día y medio y dos en navegarlo y las condiciones no suelen ser muy favorables.

Yo tuve olas de 8-10 metros. Esta fue la peor parte del viaje, pero todo depende de tu capacidad para sobrellevar el mareo. Yo pasé todo ese tiempo en la cama para evitar el malestar, pero otros viajeros hicieron vida normal.

Lo más importante es tomar las medidas de seguridad que explican antes de zarpar: sujetarse siempre con las dos manos a las barandillas, subir y bajar las escaleras de lado y no poner la mano en los marcos de las puertas. La principal arma en este tipo de travesías son las puertas porque con el movimiento del barco puede hacer mucho daño.

Si lo peor fue el Paso Drake, la familia antártica que se crea durante los días de navegación es de lo mejor. No se trata de un viaje cualquiera, las emociones están a flor de piel y estas son compartidas con el resto de expedicionarios. Se embarca gente de todo el mundo con experiencia viajera, así que las charlas interesantes están garantizadas. Yo formé parte del grupo “Hispanos antárticos”. Las risas y el intercambio de vivencias y aprendizajes nos acompañaron durante los 10 días. El viaje no hubiera sido igual sin ellos. Estoy convencida.

VIAJE ÚNICO

Mi viaje al sexto continente será siempre uno de los viajes más especiales. En primer lugar, por tratarse del más caro que he hecho nunca. Solo la expedición cuesta unos 5600€. Pero cuando regresas entiendes ese precio y piensas que está bien gastado. En segundo lugar, porque esos paisajes no se pueden ver, tal cual, en otra parte del mundo.

La sensación de inmensidad y de ser una privilegiada me embargaron desde el primer momento y las saboreé hasta el último día.

Y en tercer lugar, por la satisfacción de haber llegado yo sola hasta allí. Es cierto que compartir la experiencia fue gratificante y enriquecedor, pero la decisión de ir había sido mía, la planificación y gestión del viaje también, así como la superación de miedos e incertidumbres que me acompañaron en los meses previos.

Me gusta viajar en pareja, con amigas y en grupo, pero descubrí hace unos años las ventajas de viajar sola y cada vez lo disfruto más y, por lo tanto, lo recomiendo.

Si puedes ahorrar el dinero y te apetece vivir una aventura única, te animo a viajar a la Antártida. ¡Vida solo hay una!