MI EXPERIENCIA POR TAILANDIA, LAOS Y CAMBOYA COMO MOCHILERA

 
Mi primer viaje sola fue a Asia, estuve un mes entre Tailandia, Laos y Camboya. El último día del viaje, ya en el aeropuerto y con la lagrimilla en los ojos escribí estas palabras: 
 
«Lo bueno se hace corto».
 

Me fui con muchos miedos, sola, a la otra parte del mundo, pensando que era peligroso, que como iba a recorrer 3 países en un mes, bueno…pues corriendo…! 


Es hermoso viajar solo, para nada peligroso, peligrosa es la rutina. Tienes mucho tiempo para pensar, para conocerte un poquito mejor, para echar de menos a tu gente, para valorar lo que dejas atrás, para pensar en el futuro, es un reto del cual aprendes mucho, te sube la autoestima, te ayuda a aclarar tus ideas, te das cuenta de lo fuerte que eres y de lo bonito que es sentirse libre…

Vuelvo con la mochila llena de polvo y los zapatos medio rotos pero con una sonrisa en la cara y mil recuerdos preciosos en mi mente, he conocido personas maravillosas, he vivido experiencias que no se pueden describir con palabras, he dormido en albergues con literas y en hoteles de lujo, he tenido mis momentos de debilidad, he pasado muchas horas en carretera de cualquier manera y creedme que no ha sido fácil, he dormido a veces hasta medio de pié, pero ha valido la pena, mis ojos han visto lugares sorprendentes, nuevos aromas y sabores, he andado muchísimo, me he puesto enferma, he nadado en el paraíso, me he quemado, he visitado templos y monumentos históricos, he visto mucha pobreza y me he sentido más segura que en España, me he sentido como una reina en Angkor Wat, he pasado calor, me han sangrado los pies, he aprendido algunas palabras en tailandés y muchas más en inglés, me he emborrachado con 5 euros, por Dios!

He flotado en un mar de coral, he dormido en aldeas, he visto el amanecer más bonito de mi vida, he andado entre rascacielos en grandes ciudades y en caminos de tierra llenos de basura, he cargado mi mochila como una mula, he conducido una moto por el carril izquierdo, he madrugado mucho más que estando en casa, he navegado 2 días por el Mekong, me han picado los mosquitos, he regateado hasta más no poder, me he estresado en los atascos de Bangkok, me he relajado en las playas de Koh Lipe, me he bañado con elefantes, me han empapado en el Songkran durante 4 días seguidos, me he tatuado (y mi madre no me va a matar), he recibido la sonrisa inocente de un centenar de niños, he conocido gente que me ha abierto las puertas de su casa, pero por encima de todo, he sido muy feliz.
Yo, bueno…simplemente estoy muy agradecida a la vida por brindarme esta oportunidad, sin duda una experiencia que jamás olvidaré, y como he leído en el muro de una buena amiga: «A veces tienes que navegar grandes distancias en soledad, no para saber lo que tienes, sino para darte cuenta de lo que vales».
Vuelvo a casa con las pilas cargadas y super motivada».

Ahora, al leerlo, desde algún lugar de Argentina, sola, en un bar de carretera, se me remueve un poquito el corazón…
 
¡Como me alegro de haber conocido está forma de vida! La de experiencias que he vivido. La de personas que he conocido estos años. Y lo que me queda, porque al fin y al cabo sigo siendo una mochilera novata con ganas de comerme el mundo